lunes, 13 de septiembre de 2010

Volver

Vuelvo a la ciudad de México tras siete años de vivir en Chicago. Me atrapan, implacables, estos versos entrecortados de Urbina: “Volveré a la ciudad que yo más quiero / después de tanta desventura; pero / ya seré en mi ciudad un extranjero […] Y en esa soledad, que reverencio / en la muda tragedia que presencio / dialogaré con todo en el silencio […] Iré como un sonámbulo: abstraído / en la contemplación de lo que ha sido / desde la cima en que me hundió el olvido”. 

Es como si todo estuviera (casi) igual pero (casi) nada fuera ya lo mismo. 

Cuando me fui las primeras planas de los periódicos rezaban “Reconoce Fox ineficacias y desaliento social”, “¡No les tengo miedo!: Elba Esther”, “Dan a los diputados un bono final de hasta 288 mil pesos”, “Descubren pruebas de tortura policiaca”, “Para Presidente, Carlos Slim, De la Fuente o yo: Castañeda”, “Pactan alianza contra el hampa”. Ahora que vuelvo afirman cosas como “Comparto la insatisfacción: el Presidente”, “A Lujambio le vale la educación: Elba”, “Crimen cuesta al país 154 mil mdp”, “Ejército admite error en muerte de civiles en NL”, “Alianzas amenazan la democracia: Peña Nieto”, “El secuestro se triplicó en el país en 5 años”. 

Puestas así, unas contra otras, no sé si dicen que en vano ha pasado el tiempo, que el tiempo no pasa en vano, o qué vano es valorar el paso del tiempo comparando primeras planas. 

Cuando me fui no había segundos pisos en Periférico, vialidades reversibles, ni Metrobús en Insurgentes. Pero ahora que vuelvo no es menos lo que tardo en ir a Cuajimalpa, a Tlalpan, a Cuahutémoc. Encuentro una ciudad que es no sólo “la demasiada gente” sino los demasiados coches, los demasiados anuncios, el demasiado cemento, la demasiada riqueza, la demasiada miseria… 

Lo de siempre, lo que nunca. 

Y las calles, los rostros, el habla, los sabores, el ruido, los parques, el color: de algún modo lo familiar no se cansa de hacerme extraños y lo extraño de resultrame vagamente familiar. Quizás ocurre que yo ya no soy el que se fue y la ciudad ya no es la que era, que ahora nos encontramos como dos viejos conocidos desconociéndose, tantos años mediante, por primera vez. 

Mas en este extrañamiento, en este dichoso naufragio que es aprender a ver mi ciudad con los ojos de un forastero, tropiezo con unos versos de Borges que sin querer me ubican: “aquí el incierto ayer y el hoy distinto / me han deparado los comunes casos / de toda suerte humana, aquí mis pasos / urden su incalculable laberinto […] No nos une el amor sino el espanto / será por eso que la quiero tanto”. 

-- Carlos Bravo Regidor
La Razón, lunes 13 de septiembre de 2010

1 comentario:

  1. O como dijera José María Contursi en su poema como dos extraños "Y ahora que estoy frente a ti parecemos, ya ves, dos extraños,como cambian las cosas los años", si no has tenido la oportunidad de escuchar este poema hecho cancion, te lo recomiendo es genial, esto es lo que admiro de la patria Argentina desde Borges hasta Gardel y desde Contursi hasta Mercedes Sosa una carga enorme de amor por su pueblo y su patria, que deberiamos alimentar tambien nosotros, saludos!!

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